Yo
soy Fuego que Nace
Algunos de mis ancestros, ofrendaron su vida en sacrificio en la pirámide de Quetzalcoatl, en un tiempo que parece querer olvidarse. Pero muchos insistimos en mantener viva la memoria y sus símbolos.. Todos y cada uno de nosotros, los que hemos nacido y crecido en Teotihuacan, sabemos que la vida es una ofrenda digna para nuestros dioses. La ofrenda personal, es un instrumento de dioses para el tiempo.
Me enseñaron a formar alianzas, a agrupar a los comerciantes de cada rumbo para tener información de cada detalle de malestar, conflicto e intriga en cada reino con los que comercializábamos.
A
mi me conocen con el nombre de Sihyaj K'ak' desde que estaba a cargo
de una pequeña unidad de guerreros teotihuacanos, allá por el año
373. Nací el 29 de Marzo del año de 358. Justo cuando las lluvias
cubren nuestros barrios, nuestra calzada y nuestras pirámides. Justo
también, cuando nuestro Rio que cruza la calzada, se llena de agua y
brota en los campos de cultivo que nos rodean.
Siempre
he estado comprometido con Teotihuacan y creo en expandir nuestra
presencia en el mundo y hasta donde podamos llegar. Si nosotros hemos
prosperado y hemos hecho esta ciudad para los siglos, otros pueblos y
otra gente merecen ser parte de nosotros.
Me
formé bajo la tutela de Búho Lanzadardos mientras anexábamos a
otros pueblos y ciudades para unirlos a nosotros. La gente de cada
pueblo que hemos anexado, tiene un barrio al cual puede pertenecer.
Cada uno que vive aquí, tiene dos hogares: su hogar original, al
cual regresan de tiempo en tiempo, y su hogar en Teotihuacan. Aquí
pertenece el que se esfuerza en el campo, en las artes y oficios o en
la guerra.
Búho
Lanzadardos se ha convertido en el líder real del consejo que
gobierna la ciudad desde el 374. Nadie pensaba que fuese posible
incorporar en nuestra ciudad gente de otras ciudades y creencias.
Pero ha ido sucediendo poco a poco con el paso de los años y la
vigilancia del consejo de la ciudad. Los cuatro rumbos cardinales
están representados. Incluido el sur Maya.
Buho
Lanzardos no es alguien que dedique mucho tiempo a resolver los
problemas de nuestra ciudad. El es más bien alguien que piensa en
los siglos que vienen. Traza el rumbo para que sigamos siendo el
centro del mundo en los siglos venideros y en cada fuego nuevo. Todos
sabemos que solo él puede llevarnos por las tierras por donde nace
el sol en el invierno o las tierras donde se oculta.
Buho
Lanzadardos sabe que gente como yo somos quienes estamos listos para
iniciar cualquier incursión que se requiera, por mas corta o lejana
que esta sea. Pero el, y el consejo, necesitan ojos y guerreros
dispuestos a hacer lo necesario, para perdurar con nuestra ciudad y
nuestro nombre, para siempre. Necesitamos los guerreros que hayan
nacido donde sea, pero que vean el mismo Teotihuacan que vemos todos.
Desde
que yo recuerdo, han habido barrios de zapotecos, otomíes,
totonacos, mazahuas y mayas en la ciudad. Pero todos tenemos
claro que, pese a nuestras diferencias, debemos hacer preservar
nuestro modo de vida. Nuestro maíz. Nuestro calendario. Nuestra
tierra y nuestros dioses.
Crecí
preparándome para la guerra
Nací
y crecí en el barrio de la Xalla, desde donde veía a diario la
pirámide del Sol iluminarse. Cada mañana, su ala oriente parecía
encender el día, cuando ya muchos estábamos trabajando. En el
campo, o los tejidos, o las armas o en la preparación de las comidas
A
nuestro barrio lo rodeaba una gran muralla que protegía a los
cuatro unidades habitacionales. Yo vivía en la estructura situada al
oriente y ahí honrábamos en particular a nuestro dios de la lluvia.
Mis vecinos del ala norte, adoraban a nuestro dios del fuego y la
fertilidad; y
los otros al nuestro
dios del monte, y nuestra diosa del agua. Todos nuestros días
iniciaban con encender un poco de copal o ramas olorosas, a nuestro
protector, y repetíamos la oración que nos habían enseñado antes
de agarrar rumbo junto con los otros. Desde
siempre solo recuerdo haber trabajado con los demás. Nunca he tenido
la aspiración de ser alguien único o diferente. Teotihuacan no se
construyó así y no perdurará de esa manera.
Yo
me daba cuenta que vivir en la Xalla me hacía diferente a los demás.
Pese a que mis vecinos de la Xalla y yo nos sabíamos privilegiados,
todos comíamos lo mismo: maíz,
frijol, calabaza, amaranto, perro, guajolote, conejo, liebre y
venado.
En
unas habitaciones de la Xalla, vivían los familiares de los cuatro
miembros del consejo que gobernaba la ciudad. Cuatro áreas
dispuestas como un trébol de 4 hojas. Desde entonces, yo veía a
Buho Lanzadardos y desde ese tiempo quise ser parte de los guerreros
que estarían a su lado para engrandecer a Teotihuacan.
Uno
de los otros barrios se llama Teopancazco. Ahí vivían gente del
rumbo Este
de los pinos, y del rumbo húmedo del golfo. Todos ellos fueron
llegando con sus familias, como proveedores de diferentes materias
primas y productos de sus ciudades y aldeas. Con varios de ellos
conviví antes de hacerme un guerrero. Con ellos aprendí los
peligros que corríamos siendo la ciudad tan diversa y abierta que
eramos. En todo el tiempo que he recorrido pueblos,
yo nunca he visto algo similar a
lo que teníamos en los mas de 1000 barrios de Teotihuacan.
De
algunos habitantes de Teopancazco, aprendí a cortar la obsidiana y a
ensamblarla en dagas, hachas y puntas de dardos. Hice varios Atlatls
y aprendí a usarlos. También aprendí a hacer atuendos de guerra.
Mientras aprendía yo todo eso, veíamos a otras familias del barrio,
hacer vasijas, cocerlas y pintarlas.
Me
fui dando cuenta que para ellos era importante retratar el cuerpo
poniendo menos atención en en atuendos, símbolos y funciones
sociales. Pero yo no veía esa preocupación con la naturaleza del
cuerpo humano en la Xalla. En la Xalla, era mas importante el jaguar,
la serpiente, el rango, los atuendos, la alusión a los dioses en
todas sus formas de manifestarse ante nosotros. Yo no creo que el
cuerpo mismo sea sagrado. Somos un instrumento de algo muy superior y
mas imperecedero que nosotros. Lo sagrado son los símbolos que vamos
construyendo y que nos dan un lenguaje para entender el mundo. Un
lenguaje que permita unificar nuestro mundo conocido.
Algunos de mis ancestros, ofrendaron su vida en sacrificio en la pirámide de Quetzalcoatl, en un tiempo que parece querer olvidarse. Pero muchos insistimos en mantener viva la memoria y sus símbolos.. Todos y cada uno de nosotros, los que hemos nacido y crecido en Teotihuacan, sabemos que la vida es una ofrenda digna para nuestros dioses. La ofrenda personal, es un instrumento de dioses para el tiempo.
Hace
mucho tiempo que quisieron tapar nuestro templo a Quetzalcoatl, pero
fue en vano. Para nosotros el templo es la memoria de lo que somos:
un pueblo religioso y guerrero. Aún oculto, seguimos yendo a orar en
las paredes que quedaron en pie y frente a las que están ocultas.
Podemos entender que haya cambios, no podemos entender que olvidemos
a todos los que nos han hecho lo que somos.
Desde
pequeño yo fui siendo preparado como guerrero en Atetelco con una
reverencia profunda a nuestros dioses. Si, las 2 vertientes de
Quetzalcoatl es el reinado justo y bien administrado, pero también
las guerras y las alianzas de expansión. Insistimos no solo porque
tenemos el poder y la fuerza, sino porque somos una opción de vida y
de alianza que termina fortaleciendo a cada pueblo y a su gente.
Me
enseñaron a usar con
precisión las armas de acercamiento como el
mazo, el palo conejero y
el macuahuitl.
También
aprendí a usar las armas de distancia como el atlatl. Pero
esos eran todos los oficios de mis guerreros de combate. Yo también
fue preparado para dirigir comandos
rápidos
y enfocarnos en los puntos débiles precisos del enemigo. Fue
enseñado a preparar la guerra.
Me enseñaron a formar alianzas, a agrupar a los comerciantes de cada rumbo para tener información de cada detalle de malestar, conflicto e intriga en cada reino con los que comercializábamos.
Así que
fui siendo preparado para llegar a aquellos lugares hacia donde sale
el sol en el invierno, y que tomaban mas de un mes para llegar ahí.
Eramos
grupos de guerreros capaces de llegar a cualquier ciudad conocida.
Nos tomó años desarrollar puestos de avanzada, con aliados en quien
podíamos confiar y comerciar. Cada uno de ellos tarde o temprano
buscarían llegar y asentarse con nosotros.
Nos
enseñaban que el recurso de la guerra total es la salida de quienes
no saben formar alianzas dentro de las filas del enemigo. Eso lo
aprendimos con nuestros aliados locales y cercanos.
Aprendí con
dureza el uso de cada arma, aprendí a hacerlas de los
materiales mas inesperados, aprendí a romper la obsidiana, pero
también aprendí a dirigir a mis comandos y hacerles
resistir cualquiera batalla por extenuante que fuese.
El
engrandecimiento de Teotihuacan estaba en nuestras manos. Solo
teníamos que confiar en nuestra fuerza, en Buho Lanzadardos y la
gloria de Teotihuacan por los tiempo venideros.
Amigos
y Aliados
Todo
tenemos amigos y aliados desconocidos, de los que no sabemos mucho,
hasta que platicamos con ellos. Pero un amigo y un posible aliado, es
tan relevantes como el poder y la influencia que pueden y saben
ejercer.
A
la gente de Tres Zapotes y La Venta, solo los conocía por su pescado
salado y seco que nos llegaba a diario a la ciudad. También nos
llevaban fruta que nunca habíamos visto en Teotihuacan. Su lugar era
todo verde, húmedo, caluroso y con agua que venía de los cuatro
rumbos: dulce o salada.
Uno
de esos comerciantes en jefe, era un visitante asiduo de nuestra
ciudad, que nunca aspiró a convertirse en ciudadano permanente. Le
decíamos Zapote Viejo. Me decía que eramos muchos y que los dioses
a quienes honrábamos, eran los mismos a los que él honraba en casa,
con otros nombres.
Un
día después del festejo del año nuevo del 13 de Agosto del 375,
Zapote Viejo y yo, caminamos de la Plaza de las Columnas hacia la
Pirámide de la Luna, después que vimos al Sol iluminar por ultima
vez en el año la pared oeste de su Pirámide. El camino estaba
encendido, y los colores rojos parpadeaban con los rayos de la luna.
Llegamos a la plaza de la Luna y le hice notar los hermosos y
pequeños templos alrededor de la plaza y su estilo talud y tablero,
que nos permitían decirle a la gente, en breve, todo aquello en lo
que creíamos y todo aquello que nos hacía el centro del mundo.
Después
de oírme, respetuosamente, me dijo: "Si, por eso me dicen mis
abuelos que nosotros desarrollamos el talud tablero. También
queríamos decir en breve todo aquello que es tan importante para
nosotros. Todo aquello que importa desde que el mundo se hizo."
No
lo interrumpí, ni lo increpé, porque Zapote Viejo era un amigo y un
mayor que yo respetaba. Y porque no veía yo ninguna falta, en
reconocer que nosotros eramos de hecho, la continuidad de una
tradición que había iniciado miles de años antes que nosotros.
Admití
lo que él decía, y le reconocí que eramos parte de una tradición
milenaria y que Teotihuacan no se había hecho desde cero, ni
habíamos olvidado a los ancestros, ni a los Dioses.
Por
eso mismo le dije, es primordial que nos ayudes a ampliar nuestra
ruta hacia La Venta, que nos ayudes a formar una guarnición local de
guerreros tuyos, para defender la ruta y que nos ayudes a llevar
nuestros productos a Palenque y desde Palenque.
Realmente
no tuve que hablar mucho. Zapote Viejo era muy bueno para escuchar,
entender y ver más adelante de lo que se decía. El mismo me dijo:
"Compartimos dioses, compartimos arquitectura, compartimos una
forma de co-gobierno en base a un consejo, por lo que no tengo duda
que ayudarles a extenderse, es en beneficio de ustedes y nosotros.
Cuenta con nosotros."
Yo
tenía 17 años, y desde entonces y hasta que partimos a Tikal, en el
377, Zapote Viejo siempre estuvo adelante de cada uno de nuestros
pasos, convencido de que, en buena parte, el futuro de su pueblo,
estaba asociado al futuro de Teotihuacan.
Con
Zapote Viejo nunca hablé de guerra, ni de expansión. Yo se que el
lo sospechaba pero, siempre mantuvo clara su posición que ellos no
deseaban extenderse, ni combatir. Solo querían comerciar y hacer
aliados. Claro, preservando sus propias fronteras. Y yo le respeto su
posición.
No
volví a ver a Zapote Viejo hasta el 29 de Abril del siguiente Año.
Nos encontramos en Tres Zapotes justo para ver al sol en su camino
hacia el Norte y, allá en casa, iluminando de lleno la pared Oeste
de la Pirámide en su nombre, por segunda vez. Para estas fechas ya
las lluvias arreciaban por este rumbo húmedo y caluroso, cercano al
mar.
Cuando
nos encontramos, Zapote Viejo venía acompañado de Dardo Chueco, que
era uno de sus guerreros y cuidadores de sus rutas de comercio. Un
tipo callado, y por lo que yo oiría después, observador y
reflexivo. De hecho, era su hijo.
Dardo
Chueco era un guerrero excepcional que ni siquiera necesitaba
acercarse al enemigo para fulminarlo. De el se decía que era capaz
de fulminar a un ladrón aunque se ocultase en un árbol. A un lado o
arriba de el. Caían heridos y a veces muertos.
Zapote
Viejo me comentaba que justo hacía 10 días habían regresado de una
compraventa realizada en un pequeño pueblo llamado Palenque, que no
tenía un ajaw soberano al mando, pero que tenía gente industriosa,
combativa y artística, que apreciaban el comercio con todos.
En
su recorrido comercial, también visitaron un lugar que llamaban
Kaminaljuyu, mucho mas al sur que Palenque y Tikal. En ese lugar se
sorprendieron que ellos mismos hacían vasijas de tres patas, como
las que hacían en Teotihuacan.
Pero
lo que mas impresionó a Zapote Viejo, es decir a su hijo narrador
que hizo el viaje, fue encontrar una pirámides, modestas, pero
hermosas, que parecían sacadas de la plaza de la pirámide de la
luna. El mismo Dardo Chueco hizo un dibujo en la tierra de lo
que recordaba de esa pequeña plaza.
Me
sorprendí. Kaminaljuyu era, en los hechos, un pueblo que sabía de
nosotros y apreciaba nuestros símbolos y nuestra ciudad.
Zapote Viejo no pudo decirme como había llegado todo esto a ellos.
Pero Dardo Chueco me explicó.
"Tu,
señor, puedes no darte cuenta. Pero cuando traemos, vasijas de tres
patas, vasos, incensarios, cada pieza es apreciada y cuidada por los
artesanos. Pero no nos dan nuestro cacao, ni las plumas de quetzal,
ni los trozos de jade, por los objetos. Nos pagan por las historias
que les contamos."
"Les
hablamos de la Calzada que lleva al supramundo de la Luna. Les
hablamos de los enormes monumentos que son mas grandes que todo su
pueblo. Y les hablamos de la historia de la Serpiente Emplumada. Y
quieren oír cada detalle. Quieren saber de donde vinieron, Quieren
saber que tan lejos están. Y quieren saber si hay agua, cocos,
cocodrilos y jaguares."
"Yo
mismo no conozco Teotihuacan, pero aquello que me platica mi señor,
me deslumbra. Yo se que hicieron una ciudad de piedra, estuco y cal,
donde nosotros hemos levantado todo con barro, lodo y carrizo."
"Les
decimos que nosotros pensamos en los años, y ustedes piensan en los
milenios. Ellos no solo quieren las vasijas, ellos quieren las
historias de un mundo que parece hecho por hombre diferentes."
Yo
mismo me quedé atónito. No sabía que habíamos creado una leyenda
así de grande, pero me hizo sentir el peso de defender una tradición
de esfuerzo, persistencia y trabajo colectivo, de la que yo no era
consciente, hasta ahora. Gracias Zapote Viejo.